
Nuestro especialista en psicología comienza precisamente sus comentarios sobre la timidez en el origen de la palabra, “corto de ánimo”, que completa con expresiones como “no me atrevo” o “me da vergüenza”; falta de decisión en las relaciones de índole social y en la relación con los demás.
El experto diferencia entre tímidos sociales y aquellos que lo son más en el ámbito privado. “Todos en nuestras relaciones tenemos una parte que da vergüenza mostrar, pero cuando se convierte en fobia social y resulta imposible llegar a una relación espontánea, la timidez se convierte en un problema. La fobia social es el culmen de la timidez”.
Aunque en la timidez puede influir la genética, y la falta de naturalidad puede ser un grave inconveniente en las relaciones sociales, la psicología ofrece estrategias para devolver a las personas al circuito habitual de la sociedad.
Algunas de las situaciones más pavorosas de la timidez pasan por hablar en público, exponer en clase o afrontar una oposición. Un ejemplo que cita Sergio García como estrategia es imaginar que estamos solo ante una persona, no ante muchas, y de esa manera todo puede resultar mucho más sencillo.
¿Y si la timidez es extrema? Sergio responde a la pregunta: “En casos así, la persona puede llegar a atrincherarse en casa, con una fobia social aguda, manteniendo la relación solo a través del móvil o el ordenador, sin querer ver a la familia. Se sienten vigilados. No hay nada racional en ello. Son casos extremos pero que tratamos en consulta”.
El psicólogo aconseja no obsesionarse con la timidez; pensar que ser humano es ser tímido en determinados momentos. No conviene pensar que, aunque pueda ser importante, no es el fin del mundo; no se debe dramatizar, ni ser autoexigente, ni rígido. Hay que ser capaces de flexibilizar el pensamiento para afrontar la timidez desde la naturalidad y la normalidad.