Los refrescos azucarados en envases gigantes se prohíben en Nueva York a partir de mañana, una medida polémica y pionera en Estados Unidos con la que su alcalde, Michael Bloomberg, pretende combatir la obesidad de sus conciudadanos

Sin refrescos gigantes en Nueva York
Un refresco gigante en las calles de Nueva York/EFE/Justin Lane
  • 11 de marzo, 2013
  • NUEVA YORK/EFE

La prohibición afecta a las bebidas con altos niveles de azúcar y de más de 16 onzas (0,464 litros) en los comercios regulados por el Departamento de Salud de Nueva York.

Restaurantes, cadenas de comida rápida, carros callejeros, estadios, salas de conciertos, tiendas de ultramarinos y las populares "bodegas" son los establecimientos que se verán afectados por la nueva normativa, que afectará a bebidas como refrescos (sodas), limonadas, té helado o las denominadas energéticas.

No obstante, los neoyorquinos y los turistas que quieran adquirir los tamaños grandes podrán hacerlo en los supermercados y grandes cadenas, pues quedan exentos de la norma al regirse por la normativa estatal.

Niñera Bloomberg

Este veto a los refrescos gigantes, el primero en Estados Unidos, no ha estado exento de polémica y ya son muchos los que llaman al alcalde "niñera Bloomberg" por sus pioneras y controvertidas medidas para mejorar la salud de los neoyorquinos.

Desde que el pasado mes de septiembre la Junta de Salud de la ciudad votara a favor de la normativa, los pequeños negocios han manifestado en repetidas ocasiones su oposición y malestar al considerar que la medida les perjudicará frente a las grandes cadenas.

Consideran que la norma les discrimina porque mientras que cadenas como 7-Eleven podrán seguir vendiendo sus bebidas de gran tamaño (como el famoso "Big Gulp"), los establecimientos pequeños, como las bodegas, administrados en muchos casos por miembros de las minorías, no podrán hacerlo.

La medida tampoco ha sido bien recibida por los consumidores que criticaron el plan de Bloomberg e incluso el Centro para la Libertad del Consumidor lanzó recientemente una campaña publicitaria bajo el lema: "Los neoyorquinos necesitan un alcalde, no una niñera".

Pese a las críticas, el alcalde se ha mantenido fiel a su particular cruzada contra el sobrepeso, alegando que aproximadamente 6.000 neoyorquinos mueren cada año a causa de problemas derivados de la obesidad, la segunda mayor causa de mortalidad que puede ser prevenida, tan solo por detrás del tabaco.

Esta no es la única medida impulsada por el multimillonario edil neoyorquino para mejorar la salud de sus conciudadanos, pues también ha multiplicado los impuestos sobre el tabaco (una cajetilla cuesta casi 12 dólares) y prohibió fumar en restaurantes, parques públicos, piscinas, playas y lugares históricos de la ciudad.

Bloomberg también ha obligado a incluir el número de calorías de los alimentos al lado del precio y ha impulsado medidas para reducir el contenido de sal en los alimentos envasados y en los que se sirven en los restaurantes.

Pese a que estas decisiones han sido pioneras para el resto del país y han sido seguidas por otras ciudades, algunos neoyorquinos se resisten a aceptarlas al considerarlas desproporcionadas y que invaden su vida privada.

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