El hidalgo más famoso de la literatura universal era de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor que de tanto leer libros de caballería, perdió el juicio. Delirio, huesos rotos, bálsamos y enfermedades, las páginas de “Don Quijote de la Mancha” están plagadas de referencias al mundo de la medicina. Un retrato de la psiquiatría y traumatología de la época, entre otras especialidades

Diagnóstico "Don Quijote": medicina, psiquiatría y dosis de humor
Don Quijote enfermo en la cama tras una de sus aventuras fruto del delirio que padece. Página 52 de la adaptación "Miguel de Cervantes. Don Quijote" de Agustín Sánchez Aguilar con Ilustraciones Svetlin para Vicen Vives.
  • 7 de octubre, 2015
  • MADRID/EFE/MARÍA MILÁN

“Todo lo que preocupa al ser humano aparece referido en sus páginas, también la medicina”, inicia Vicente Calatayud, Catedrático Emérito de Neurocirugía de la Universidad de Zaragoza, la sesión científica extraordinaria “La Medicina y el Quijote” en la Real Academia Nacional de Medicina (RANM), con motivo del cuarto centenario de la segunda edición de “El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha”.

Pedro García Barreno, especialista en cirugía y miembro de esta Real Academia, ha radiografiado la obra de Miguel de Cervantes desde la primera hasta la última palabra. En los dos tomos que integran las aventuras de Alonso Quijano, hay 281 términos médicos que aparecen unas 4.226 veces.

Además, la mayor parte de las palabras siguen existiendo en nuestro lenguaje. Bálsamo, cerebro, doctor, enfermo, hueso, mal o remedio son algunas de las más repetidas, según el doctor García Barreno, quien afirma que “este es un tratado de psiquiatría y traumatología”.

Por su parte, los doctores y académicos Diego Gracia, Javier Sanz, Javier Puerto, Francisco Alonso Fernández sumergen con cada ponencia al público en la España del siglo XVII en su esfuerzo por descifrar las referencias médicas señaladas en la genuina figura del caballero más torpe y tierno de nuestra literatura.

¿Quién dijo que estar loco no podía ser motivo de éxito?¿O no lo estaba en realidad?

Falta de sueño e hiperactividad avecinan la bipolaridad del hidalgo

Escultura de Carlos Aguilar "Leyendo sueños". EFE/J.C. Hidalgo

Ya en el primer capítulo, Cervantes nos describe un personaje que: “perdía el pobre caballero el juicio”, “se le secó el cerebro” y “vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo”.

“Esta novela es psicopatológica: narra la vida de un enfermo mental”, señala Francisco Alonso Fernández, Catedrático Emérito de Psiquiatría y Psicología Médica de la Universidad Complutense de Madrid. Quien niegue este hecho, dice el experto, produce un “cervanticidio”.

Aunque el autor atribuía como causa de la locura del Quijote su entrega a los libros de caballería que “pasaba las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio”, para Alonso Fernández, la lectura es una de las consecuencias de un trastorno de delirio.

“Don Quijote nace como producto de un delirio de autometamorfosis global megalomaníaco”, determina el reconocido psiquiatra, y desgrana más esta definición: Alonso Quijano falsea su realidad, transformando su imagen e identidad en la de un caballero que se considera el mejor de todos los tiempos, sin atender a sus propias capacidades y limitaciones.

“El delirio se convirtió en el timón de la conducta de El Quijote”, sentencia el doctor Alonso Fernández. Vendió sus tierras, perdió su patrimonio por libro, se volvió pródigo y dejó de dormir.

Esta hiperactividad ocupacional y falta de sueño son los primeros rasgos de lo que hoy llamamos binomio hipomaníaco precoz, que sirve para detectar muchos trastornos bipolares, también en la psiquiatría actual.

Por otro lado, un rasgo de la hipomanía es la exaltación de la líbido. En la juventud, se produce una hiperactividad sexual que a partir de la edad del protagonista se reduce a un erotismo platónico. Por ello, el Quijote idealiza a la figura femenina e intenta protegerla en todo momento.

Los tres rasgos de Alonso Quijano como “loco”, según el doctor Alonso Fernández, son: momentos de lucidez, generosidad y español genuino, este último empático, ridículo y con grandes intenciones, pero poca efectividad.

El doctor Diego Gracia expone "La medicina en El Quijote". EFE/María Milán

Sobre la locura habla también Diego Gracia, Catedrático de Historia de la Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y experto en bioética, pero este invita a restar importancia a los delirios y trastornos del hidalgo: lo importante es su historia y su aportación a la cultura occidental.

“Uno de los deportes de la medicina ha sido diagnosticar la locura de Don Quijote”, reconoce este miembro de la Real Academia de Medicina.

Sin embargo y desde su punto de vista, la gran lección la da Cervantes desde la ética: vivir con ideales y tratar de realizarlos responsablemente. Por eso, Don Quijote al final renuncia a las armas y vuelve a la vida pastoril.

El doctor Gracia habla de dos crisis de Cervantes, plasmadas en sus obras: una con 30 años, cuando escribe La Galatea, y otra, la que los psicólogos denominan “de la madurez”, entre los 50 y 60, las edades del autor y del personaje. Se produce por una falta de coordinación entre lo que un individuo quería llegar a ser y lo que es en realidad.

El salto del libro a la realidad y una farmacología peculiar

Para descifrar las referencias médicas del Quijote, estos expertos han estudiado antes cómo era el panorama de esta ciencia en la España de los siglos XVI y XVII.

Javier Sanz, doctor en Medicina, Cirugía y Odontología por la Universidad Complutense y director técnico del Museo Infanta Margarita, repasa la situación médica de los 69 años que vivió Cervantes, entre 1547 y 1616.

“España tiene una medicina de nivel cuando nace Cervantes, pero deriva a mediocre. El potencial médico del siglo XVI se trunca”, revela el doctor Sanz.

El responsable de dicho parón en el desarrollo de la medicina es el rey Felipe II, que entre otras medidas, impidió salir del país a los médicos, evitando su formación en otras regiones. Por ejemplo, en las primeras décadas del siglo XVI, más de 300 españoles estudian medicina en Montepellier, hasta que el rey lo prohíbe en 1559.

Las enfermedades documentadas de esos años y que aparecen en el Quijote son, entre otras, ciática, sífilis, gota, asma y epidemias como peste, sarampión o viruela. El propio Cervantes tenía acceso a estos términos, pues su padre era cirujano.

En aquella época, mejoraron las especialidades de traumatología, urología, odontología y ginecología, “se aplican los cinco sentidos en la medicina, se conoce más el cuerpo humano”, concluye el doctor Sanz.

En cuanto a la farmacología de la época, ¿existía el famoso bálsamo de Fierabrás, que todo remediaba, en la realidad? Javier Puerto, catedrático de Historia de la Farmacia y Director del Museo de la Farmacia Hispana en la Universidad Complutense lo tiene claro:

“Es evidente que a Cervantes no le interesa en absoluto la farmacología, lo que quería era criticar la sociedad y, fundamentalmente, hacernos reír. No quiere hacer un tratado de farmacología con su obra”, dicta el experto.

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El profesor Javier Puerto explica el origen del Bálsamo Fierabrás. EFE/María Milán

El doctor Puerto explica que Fierabrás era el hijo de un comerciante turco que al tomar Jerusalén encontró los óleos que ungieron a Cristo. Por lo tanto, los bálsamos que el Quijote cree que son mano de santo son en realidad una sátira a una reliquia que realiza el autor.

Al igual sucede con el laurel, don Quijote acude a él como un protector frente a rayos cuando, si te pilla, da igual ir cubierto por estas hojas de la cabeza a los pies.

Con los estudios de estos expertos y la exposición temporal sobre este tema que se podrá disfrutar hasta el 13 de octubre en la Real Academia de Medicina, la figura del hidalgo más ilustre de nuestro país está más viva que nunca.

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