Nuestros hijos pasan cerca de cinco horas diarias delante de las pantallas; los juguetes “modernos” le han comido el terreno a las canicas, las chapas o las casas de muñecas o ¿se han aliado con ellos? ¿Debemos pedir a los Reyes Magos o a Papá Noel más peonzas y menos videojuegos para el correcto desarrollo de nuestros hijos?

Peonza vs Super Mario ¿o ambos a la vez?
EFE/EPA/DPA/Oliver Berg
  • 19 de diciembre, 2012
  • MADRID/EFE/MARIOLA AGUJETAS

El juguete es un instrumento para que el niño disfrute y para que aumente sus capacidades; dependiendo del tipo incidirá sobre unas u otras facultades.

La pelota, los patines... inciden sobre las facultades físicas y de coordinación del niño; otros juguetes ayudan a desarrollar mecanismos intelectuales como relacionar formas o construcciones y juegos de química a edades más avanzadas.

“De ahí pasamos a aquellos que incentivan la imaginación, la creatividad permitiendo que los niños jueguen a ser príncipes o Superman y entre tanto, otros, que pueden estar implícitos en los anteriores, les ayudan a superar retos, a ganar, a perder, a compartir, a competir, en definitiva estimulan el crecimiento”, afirma Jordi Pou, coordinador del Comité de Seguridad y Prevención de Lesiones en la Infancia de la Asociación Española de Pediatría (AEP).

Los sentimientos también entran en liza y si lo adecuamos a la edad del niño experimentará, por ejemplo, la satisfacción de aprender mediante el esfuerzo; es necesario ser insistente para aprender a patinar. Las reglas del juego le enseñan también a guardar el turno o bien le demostrará que si alguien hace algo mejor que él, será ese otro el que ganará.

En este listado de capacidades intervienen decenas de factores incluidos tanto en juegos tradicionales como modernos.

“No son excluyentes, deben ser complementarios. Lo bueno es combinar ambas cosas”, asegura Pou.

“La tecnología permite avanzar y meterles de lleno en un mundo, el digital, del que van a formar parte. También les proporciona el acceso a una cartera de información enorme mientras que los juegos manuales les permite adquirir capacidades técnicas muy importantes para su desarrollo”, afirma el doctor Pou.

El doctor Ramiro Blanco, pediatra del Hospital Santa Teresa de A Coruña del Grupo Hospitalario Quirón, defiende los videojuegos dándoles un uso adecuado: "Se han demonizado. Tienen más beneficios de los que se les atribuyen. La informática desarrolla unas capacidades brutales en los niños: abstracción, agilidad mental... el problema del vídeojuego es la violencia".

La máquina canguro

Un estudio, publicado en la revista Anales españoles de pediatría de la AEP, suma más de cuatro horas y media diarias de los jóvenes de entre 10 y 14 años, frente a las pantallas entre televisión, videoconsola e internet. El fin de semana la cifra supera las cinco horas.

EFE/SONY

Los videojuegos o cualquier modo de entretemiento cuyo soporte es una pantalla son tremendamente atractivos para los jóvenes. El doctor Pou tiene su propia teoría de por qué esto es así.

“No tengo demostración científica respecto a lo siguiente pero es mi opinión. Lo que crea la adicción es que estás en competición continuamente y el de enfrente, la máquina nunca se cansa. Un compañero se harta, tanto tú mismo como o el otro, pero la máquina siempre está lista y a punto. Además es muy visual, necesita menos desarrollo intelectual, menos imaginación y es más fácil para el niño”.

El doctor Blanco alerta sobre la necesidad de supervisión para evitar adicciones: " Como todo, cuando no se sabe medir, puede crear problemas. Es fundamental el papel de los padres. También el niño puede volverse más individualista, se pierde el sentimiento de grupo.  El parchis, la oca, los juegos de mesa fomentan que el niño se relacione, aprenda normas de juego, a esperar turno".

Los juegos, tradicionales o modernos, no pueden ser sustitutivos de nada. La falta de dedicación de tiempo de muchos padres a los pequeños nos hace incurrir en excesos, generalmente, de utilización de cualquier soporte de videojuegos. Algo que el niño recibe con agrado y que soluciona los problemas de los padres.

 “No más de una hora delante de las pantallas”, asegura Pou.

El peligro está en el tiempo de uso. “El problema es que si solo juega con pantallas y lo hace durante muchas horas, el niño se ve muy limitado: falta de relación social, sedentarismo, más tendencia a la obesidad. Si además no son adecuados, si son violentos, aparecen problemas con los compañeros”, señala el doctor Pou.

Con los videojuegos deben existir reglas, al igual que en cualquier ámbito de la educación.

“Al niño hay que ponerle límites en este sentido, igual que le enseñamos que no puede tirar la comida al suelo”, asegura Pou, quien insiste en que las reglas las ponemos los adultos:

“Nuestro hijo no tiene que tener la posibilidad de escoger entre una cosa y otra. En la consulta de pediatría educamos a los padres continuamente. Yo les suelo decir: en su casa hay un adulto y dos pequeños, usted decide quién es el adulto”.

Ratón, como animal y como cosa

Vaya a donde vaya, a Javier le acompaña una peonza. Tiene once años. En casa no le dejan lanzarla pero él tiene una técnica mediante la que no la deja caer al suelo y rueda directamente sobre la palma de la mano.

Las peonzas de hoy en día no tienen nada que ver con las de madera de antaño; ahora son de plástico y colores brillantes, pero la técnica sigue siendo igual enroscando la cuerda y lanzándola. “Me la compró mi padre y me enseñó a tirarla. Llevo ya tres o cuatro años”, afirma Javier.

EFE/Chema Moya

A Javier le gusta mucho jugar al fútbol, “me lo paso muy bien con mis amigos” asegura, pero no perdona la tableta y en cuanto puede, le pide también el Iphone a su tía para descargar aplicaciones de juegos.

“Sé que no es bueno para los ojos estar todo el rato con la máquina; me lo dicen mis padres. Es mejor al aire libre pero me gustan muchos juego de la tableta”, admite Javier que ha encontrado también en la tecnología información para hacer “trucos” con la peonza.

“En Youtube he aprendido a hacer el sacacorchos, el futbolista, el minicircuito Fernando Alonso, el carrusel, el ascensor, el boomerang... hay muchos”, asegura Javier.

Claudia, de ocho años, es la hermana pequeña de Javier. “Lo que más hago son deberes pero me gusta jugar con mis muñecas, con las Monster High y las Barbies y con la tableta”, nos dice Claudia que no pone ningún problema en compartir su tableta con su hermano.

Algunos juegos de hace unas décadas también entretienen a los digitalizados niños actuales.

“También me gusta jugar con mis tíos y mis padres, a los ´Ceritos tachados´ y a ´Nombres´. Es un juego” nos explica Claudia, “en el que pones columnas en una hoja, y arriba: nombres, animales, comidas, país, famosos, marcas... y eliges una letra. Por ejemplo, con la R, puedes poner ratón como animal y como cosa, el del ordenador, porque es una palabra polisémica. Lo he estudiado en el cole”.

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