La Medicina, la Filosofía, la Literatura, la Poesía, el Arte, la intuición, la confianza o la Comunicación... todos estos factores confluyen en esta rama de la psiquiatría que ayuda a los pequeños a afrontar un reto que llega demasiado pronto: aquí tienes sus claves desde los conocimientos de una experta

Psiquiatría infantil: el nexo entre las ciencias y las humanidades
  • 16 de junio, 2014
  • MADRID/EFE/MARIOLA AGUJETAS

La enfermedad mental nos asusta. Parece que si te rompes una pierna es más fácil el arreglo; podemos tocarlo, palparlo. La enfermedad mental no se ve, no tiene un diagnóstico por radiografía y eso, al común de los mortales, nos cuesta más entenderlo. Si a este panorama le unimos el hecho de que el paciente sea un niño, entonces la inseguridad se apodera de nosotros.

María Jesús Mardomingo es presidenta de honor de la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y el Adolescente y pionera en crear una Unidad de Psiquiatría infantil en España; además acaba de publicar el Tratado de Psiquiatría del niño y el adolescente, editado por Díaz de Santos. Con ella analizamos las claves de esta apasionante rama de la medicina.

¿Existe miedo hacia las enfermedades mentales en la infancia?

Sí, es normal que las enfermedades mentales nos impresionen y lo hacen porque afecta a las emociones y al comportamiento de los sujetos. Hay una tradición que relaciona los problemas mentales con la locura, la perdida de control personal; todo eso hace que nos impresione y si se trata de niños y jóvenes más porque a la infancia la relacionamos con salud y felicidad.

La realidad es que desde el punto de vista médico, las enfermedades mentales son similares al resto de la enfermedades y aparecen por causas y mecanismos semejantes. Aunque también los factores ambientales tienen un peso muy grande en estos problemas.

Tenemos la sensación de que una enfermedad mental es, generalmente, consecuencia de algo que te ocurre en la vida pero en un niño ¿qué causas tiene?

Las enfermedades mentales se heredan pero también se adquieren. Los factores ambientales pueden contribuir de manera destacada, a veces para que aparezcan y casi siempre para la forma en la que evoluciona, lo que llamamos el pronóstico.

Esos factores ambientales son también los del ambiente físico intrauterino, es decir, que ya hay problemas tanto de tipo cognitivo como de comportamiento que arrancan desde el embarazo porque depende de la salud de la madre durante el mismo. Si, por ejemplo, la madre fuma durante la gestación, aumenta el riesgo de problemas psiquiátricos en el niño; luego están los factores en torno al parto y de modo muy particular las experiencias tempranas de la vida. La crianza de los niños durante los primeros años son importantes siempre pero durante los primeros años más porque es cuando se está desarrollando el cerebro.

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EFE/Hugo Ortuño
Sitúa usted la psiquiatría infantil en la encrucijada de las ciencias y las humanidades. ¿Cuál es su desarrollo?

La psiquiatría infantil pertenece al campo de la medicina, es una ciencia y debe regirse por el método científico, por el rigor, pero al mismo tiempo se nutre también de las humanidades. Me refiero a la literatura, la filosofía, al arte, a la poesía, que ofrecen otro modo de conocimiento de la realidad a través de la intuición, de la simbolización.

El médico cuando se encuentra delante de un paciente (que es la clave de la medicina, ayudar a los pacientes), por un lado tiene que conocer bien todos los trabajos que se han hecho sobre cómo se trata la depresión, evoluciona o cómo se previene, pero al mismo tiempo tiene que aportar la dimensión humana que le permite establecer un contacto personal con el afectado, captar su realidad personal y aplicar los  conocimientos a la situación concreta del sujeto; la comunicación médico-paciente es un pilar de la medicina que confío no se pierda.

La psiquiatría infantil es una ciencia pero también es un arte, por eso es difícil ser un buen psiquiatra infantil; cuando la gente piensa que es un paseíllo por el campo me sonrío interiormente, es una disciplina muy compleja pero apasionante.

¿Por qué no existe, actualmente, esta especialidad como tal?

La psiquiatría infantil fue aprobada como especialidad por el ministro Bernat Soria pero nunca se puso en marcha. Oficialmente existe pero no en la realidad. Históricamente ha habido una gran resistencia a que existiera la psiquiatría infantil, todo lo que se refiere a la infancia, las mujeres, las personas mayores, requiere un esfuerzo enorme. Son intereses de poder y de dinero como casi siempre, por desgracia y yo creo que es lo que continúa. Mis compañeros saben que he luchado muchísimo por este tema, lo vamos a conseguir.

El miedo a veces nos paraliza ¿Cuánto tardamos en llevar a un niño a un psiquiatra o a un psicólogo?

La media del diagnóstico del problema está entre cuatro y cinco años. Hay niños que se les diagnostica enseguida porque los padres lo ven o en el colegio; hay profesores estupendos de vocación y eso favorece el diagnóstico.

Los padres tienen que pensar que un problema psiquiátrico no es el fin del mundo ni es una tragedia terrible.

¿Cuáles son las claves por las que un psiquiatra infantil alcanza esa complicidad con el niño o el adolescente para poder ayudarle?

La primera clave es establecer una relación de confianza, de intimidad y de confidencia. El niño tiene que saber que el médico es un aliado, que no lo critica sino que sabe que tiene un problema y va a intentar resolverlo, pero no como su amiguete ni su colega. Además ellos tienen que saber que existe el secreto profesional. Les digo: las cosas que hablamos tú y yo forman parte de la relación entre tú y yo.

El segundo punto es que el chaval entienda que tiene ese problema, que entienda qué le ocurre.

La tercera fase es que se implique en el tratamiento, sabiendo que puede mejorar, que lo que le pasa le pasa a más personas, que no es una cosa tremenda y depende de los dioses, no, va a depender también de su voluntad y de la ayuda que va a recibir.

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