El dolor crónico afecta a una de cada cinco personas en Europa, es decir, a más de 80 millones, y su coste sanitario varía entre el 2 y el 3 % del PIB de la Unión Europea. A pesar de ello “la financiación para la investigación en dolor es inconsistente en la Unión Europea", señala Joop van Griensven, presidente de Pain Alliance Europe

Dolor crónico: datos e impacto social
Los problemas de espalda producen muchas bajas laborales. EFE/Ángel Díaz/rsa

En noviembre pasado se presentó en Bruselas una Declaración Conjunta en el Simposio Impacto Social del Dolor.

Las prioridades de esta iniciativa son  mejorar la formación en dolor de los profesionales sanitarios, pacientes y público en general, invertir en investigación sobre el dolor tanto en el ámbito nacional como europeo, mejorar las condiciones de empleabilidad de las personas con dolor crónico, y desarrollar mejores indicadores de calidad sanitaria para medir el impacto de esta enfermedad.

“Actualmente, la financiación para la investigación en dolor es inconsistente en la Unión Europea y sus Estados Miembros”, ha señalado Joop van Griensven, presidente de Pain Alliance Europe.  “Estos niveles de financiación en la investigación en dolor no reflejan la enorme carga de aquellos que viven con esta enfermedad”, ha añadido.

En España aunque las competencias de sanidad están traspasadas a las comunidades autónomas, existe un documento Marco, elaborado por el Ministerio de Sanidad, una guía que establece las pautas sobre el abordaje del dolor crónico dentro del Sistema Nacional de Salud.

Desde la Sociedad Española del Dolor piden que estas líneas estratégicas se cumplan, y reiteran que debe ser el Gobierno quien inste a estudiar el dolor en las facultades.

“El dolor ocupa el 35 % de las urgencias y las atenciones primarias, y sin embargo hay facultades en donde no se estudia nada sobre él, y en otras como mucho, se imparten tan sólo 2 horas en toda la carrera”,  lamenta, en declaraciones a EFEsalud, el portavoz de la Sociedad Española del Dolor, Cesar Margarit.

Ha insistido en que es fundamental que colaboren todos los ministerios, “tanto desde Sanidad, Educación y Trabajo, para que los pacientes del dolor puedan integrarse en el mundo laboral porque el dolor es una causa de minusvalía y disfuncionalidad”.

Con iniciativas como esta Declaración Conjunta se busca un abordaje conjunto de un problema que no sólo es biológico, también psicológico y social.

Pero para cumplir con estas expectativas se necesita invertir en investigación y “actualmente sólo se realiza en ámbitos farmacéuticos privados, no hay convocatorias públicas para investigar”, evidencia Margarit.

“Se necesitan becas de las administraciones públicas para que seamos competentes” puntualiza Margarit.

Otro tema tratado en la reunión de Bruselas fue la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ha clasificado recientemente el “dolor crónico primario”, no como un síntoma de otra enfermedad, sino como una enfermedad en sí misma.

Aunque en la clasificación internacional de enfermedades el dolor crónico es considerada una de ellas, el problema reside en “que no hay una formación continuada de los médicos para que se adapten a los avances, tan sólo depende de los cursos que hagas a posteriori por tu cuenta, no está institucionalizado. Necesitamos un cambio de paradigma, ya que su no estudio, tiene un impacto brutal tanto en el ámbito socio económico, como en el personal”, resalta Margarit,

Uno de cada cinco europeos vive con dolor crónico.

Basándose en un estudio llevado a cabo por la Asociación Española del Dolor en Europa, Margarit explica que la gente que tiene dolor crónico moderado tiene peor calidad de vida que la gente que tiene cáncer de próstata o de colon.

Impacto del dolor crónico en el ámbito laboral

Otro de los pilares de esta Declaración es mejorar las condiciones de empleabilidad de las personas con dolor crónico.

Por eso, una combinación tanto de entornos de trabajo más flexibles, como de una mejora en la atención a las personas con dolor crónico, puede lograr desbloquear un mundo lleno de potencial para los pacientes y la economía.

El dolor crónico es el causante de casi el 50 % de todo el absentismo laboral y del 60 % de la incapacidad laboral permanente..

Se estima que el coste sanitario de los desórdenes del dolor crónico en los Estados Miembros de la UE, varía entre el 2 % y el 3 % del PIB de la Unión Europea.

Según un estudio anual realizado en 2018 por la Pain Alliance Europe, hasta el 50 % de las personas que viven con dolor crónico no pueden realizar su trabajo.

Por ello, la profesora Brona Fullen, presidenta electa de la Federación Europea del Dolor (EFIC) ha instado a los responsables políticos de la UE, “a que trabajen con los Estados Miembros para promover políticas que entiendan la vinculación entre el dolor y la empleabilidad, y promuevan una mejor reintegración laboral”.

“La gente que tiene dolor, tiene un 50 % menos de posibilidades de ser contratada, y aquellos que sí lo están, sufren lo conocido como preasentismo, es decir que su eficiencia en su puesto laboral es menor por el dolor que tienen”, señala Margarit.

Aunque “las grandes empresas ya están entrando en la adaptación de los puestos de trabajo, el problema surge en las pequeñas empresas que no tienen este margen de maniobra, por eso con un apoyo institucional las pymes podrían mejorar las condiciones de trabajo”, añade.

Es importante resaltar que no es que los pacientes no puedan trabajar, sino que se han de adaptar sus condiciones.

Por ejemplo, una persona que ha sido operada de la espalda, tiene dolor crónico y trabaja como administrativo, se puede mejorar su calidad laboral con descansos más largos, fraccionando el horario laboral, o sillas adaptadas al dolor de espalda. 

Importancia de la formación para profesionales y pacientes

“Hasta que abordemos la brecha de conocimiento sobre el dolor crónico entre los profesionales sanitarios y generemos más conciencia sobre su correcto abordaje, continuaremos dejando atrás a millones de personas que sufren”, destaca la profesora Fullen.

Actualmente, solo el 22 % de las facultades de Medicina de la Unión Europea ofrecen un módulo dedicado a fármacos para el dolor, aunque los números varían entre los Estados Miembros.

“Todos los profesionales sanitarios requieren formación específica en dolor, ya que a menudo esto se descuida en la educación básica y de pregrado. Es importante destacar que esta formación ha de considerar el dolor desde una perspectiva multidisciplinar, teniendo en cuenta a todos los profesionales sanitarios y su papel en el abordaje del dolor”, concluye Brona Fullen.

La intención de esta Declaración Conjunta es concienciar sobre qué es el dolor crónico, y recordar que todos somos candidatos a padecerlo y por eso se ha de mejorar la calidad con la que se trata.

“Necesitamos abordarlo de una forma sostenible y con equidad, y para eso necesitamos que se aborde a nivel institucional correctamente, con una buena planificación, formación y seguimiento de ese paciente”, resume César Margarit.

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